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Fotografía de Pressbengel

En la ciudad de Nueva York en el siglo XIX las mujeres conformaban mayoría en los pujantes talleres de encuadernación, del otro lado del mar en Londres sus pares organizaban huelgas contra los horarios extenuantes que acababan por moler las manos y terminaban con la vista.

Mujeres que escriben, mujeres que leen, mujeres que unen palabras… mujeres que encuadernan hubo desde el principio de los libros, la ortodoxia griega del Monte Athos les cerró las puertas del cielo y de sus talleres, el cristianismo etíope, reservado exclusivamente a los hombres no hace mas alusión femenina que a María la virgen y santas que la acompañan, la iglesia copta no pudo con ellas, monasterios y conventos invocaban el trabajo colectivo en la koinoné del Santo Pacomio, ahi donde ningún monje o monja podía ser aceptado sin saber al menos aprender a leer los evangelios y colaborar en las tareas de su claustro.

En algún paraje cercano a esa región de Egipto, en la antigua ciudad de Oxyrinchus, un equipo de arqueólogos descubren en 1984 el Salterio de David, lo encontraron en un área relativamente pobre para una ciudad otrora llena de canales y comercio, lo que mas desconcertó a estos anticuarios fue encontrarlo al pie de un cementerio de mujeres y las preguntas que con menos seguridad se hicieron son ¿Cuál de estas dobló el papiro y lo cosió? ¿Quién de ellas lo escribió? ¿A cuál pertenecía?.