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Por Javier Ledesma

Creado a nuestra imagen y semejanza, el libro es cuerpo pero es mente; es espíritu. Imaginación y memoria cifradas en carne de papel.

Sin el cuerpo la mente no es más que fugacidad, impermanencia; sin la mente el cuerpo es sólo un objeto vacío, un barro inerte. Si el escritor da el soplo de vida, son el editor, el tipógrafo, el impresor y el encuadernador los artífices que lo fijan en la carne, los que la animan.

Pero es a fin de cuentas siempre el otro, el lector, quien le da sentido a todo, quien fecunda al escritor; quien da el espíritu.

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